El ojo de la espiral
III.
Luna Nueva de diciembre, 2025
Con la tranquilidad de haber encontrado al fin un espacio para explorar mi paisaje interior, disfrutaba del asesoramiento filosófico. En cada sesión se expandía algo nuevo, al mismo tiempo que se afirmaba el deseo de que la mirada filosófica amplificará mi modo de ver las cosas. No sólo sentía entusiasmo, sino que quería avanzar a prisa. Busqué aumentar la frecuencia de las sesiones pero, contrario a lo que esperaba, se vieron interrumpidas de forma inesperada por lo que de repente me pareció un largo período de tres semanas. Sin embargo, el haber puesto con anterioridad el tema sobre la mesa había despertado una mirada reflexiva que me acompañó durante aquellos días.
Si bien, hasta ahora, mi modo de relacionarme con el saber había sido desde la sorpresa, la maravilla y el disfrute, se me reveló otra forma, una más bien incómoda, incluso desafiante. ¿No es la filosofía, en el fondo, más que amor por el saber, un amor a lo desconocido que se puede conocer? Una aprendiz de la filosofía, o bien un declarado amante de la sabiduría, persigue lo que no tiene, todo aquello que no sabe y que, aunque sea inabarcable, busca con entusiasmo y fruición. Su anhelo es que lo no conocido se vuelva parte de sí. Por lo que no me explicaba cómo era posible que yo, en pacto con la filosofía desde hacía tanto, tuviera una sensación de cierre ante ciertas experiencias que traían consigo un saber. Observar esta veladura tuvo un impacto en mí.
Actitud centrípeta inmediata. Sentimiento de pliegue ante el mundo. Una huella que de repente palpita. Relámpago que determina el ahora. Sustracción de la libertad. Consecución aparentemente lógica de eventos. Opacamiento de la curiosidad. Arraigado de forma animal. Llega a formar parte de la propia identidad. La persona que podría vivir sin él resulta lejana, casi desconocida, la mayoría de las veces inalcanzable. Produce aferramiento bajo la ilusión de que la salvaguarda que ofrece tendrá continuidad. Se convierte en un modo de vida. El miedo extiende su dominio sobre el mundo interno.
Aunque aquella espera era lo contrario a lo que hubiera deseado, llegar a este punto calmó mi prisa por avanzar. Entendí que hay cosas que no se pueden apurar. El proceso de maduración toma su tiempo y, recién me daba cuenta, había cauces para los que no estaba lista. La impaciencia cedió y, en su lugar, surgió la confianza en que el florecimiento ocurriría en su momento preciso. El final de aquellas semanas me encontró más serena y con ganas de compartir este hallazgo en ese espacio donde puede acogerse no sólo el saber, sino el conjunto de los estados de ánimo de quien busca saber y, en cambio, se enfrenta con un momentáneo e imposible no saber.
Zuleika Lovera
Zuleika Lovera es filósofa asesora especializada en acompañar procesos de autoconocimiento integral, donde mente, cuerpo y espíritu se entrelazan para promover un cambio de conciencia profundo.
Desde su práctica, ofrece espacios cálidos de diálogo y reflexión para integrar lo que emerge del interior en armonía con la vida cotidiana.
Trabaja tanto de forma individual como grupal, presencial y en línea, abriendo puertas a nuevas formas de ser y pensar.

