DIÁLOGOS FILOSÓFICOS #1

El pasado 25 de octubre estrenamos nuestros Diálogos Filosóficos.

El tema giró en torno a “la comprensión y el autoconocimiento”.

Yolanda nos da la bienvenida y nos ayuda a discernir el diálogo filosófico sapiencial de otros tipos de diálogos y con los cafés filosóficos.

En el diálogo filosófico se escucha atentamente al otro, sin la urgencia de expresar nuestra idea, sin defender nuestra opinión por encima de la de los demás. Desde el silencio interior, suspendidas nuestras creencia, juicios y opiniones, nos abrimos al otro con el fin de buscar un nivel más profundo en la indagación de nuestra verdad. El diálogo filosófico se da en un espacio de cuidado y respeto, un espacio de honestidad desde el que expresamos verdades de primera mano. Yolanda nos recuerda qué dialogamos para investigar conjuntamente sobre lo que nos atañe íntimamente, para buscar la verdad rectora de nuestra vida, para enriquecernos y para conocernos mejor y cuidarnos a nosotros mismos, pero también a los demás.

Cristina nos introduce el significado del autoconocimiento desde la filosofía sapiencial. Nos invita a dialogar a partir de la premisa de que lo que queremos alcanzar es el conocimiento de quienes somos y no de cómo somos.

Platón en su diálogo con Alcibiades, un joven que aspira a la política, le recuerda que su primera tarea como hombre es gobernarse a sí mismo y no lo conseguirá si antes no se conoce a sí mismo. «Conócete a ti mismo», reza el oráculo de Delfos. El autoconocimiento se entiende como “mírate a ti mismo”, pero mirarse a uno mismo no es “mirarse el ombligo” sino, mirar lo que nos constituye esencialmente como seres humanos, que es aquello que gobierna en nosotros y fundamenta nuestra singularidad.

¿Quién soy si no soy ni mis pensamientos, ni mis acciones, ni tampoco mis emociones?. Pues, ese alguien que es, y que no deja de ser, pese a que, en algunas ocasiones, se enfade, se muestra perezoso, torpe, poco sensible o se sienta poco inteligente, porque podemos ver como esos estados fluctúan y no nos definen esencialmente como personas. Y lo que queda, aunque se quede atascado en múltiples recovecos, es un ser que anhela desenvolverse hacia su propia plenitud.

La práctica del autoconocimiento filosófico es transformadora cuando se da una comprensión sentida. Esta comprensión se da cuando nos damos cuenta del sentido que tiene una conducta a la luz de la filosofía personal de esa persona.

La comprensión sentida es el conocimiento interno de un aspecto de lo real en el que nuestro ser y nivel de conciencia se modifican cualitativamente. 

Las ideas del intelecto no suelen penetrar nuestra vida en profundidad porque se quedan allí, en el intelecto. Sin embargo, una modificación en la comprensión sí nos afecta por abarcar al ser completo. Podemos decir entonces, que gracias al conocimiento transformador se establece una correlación entre ser y comprender.

Silvia inicia el diálogo filosófico sobre la comprensión a partir de unas preguntas que nos invitan a la reflexión y a la profundización.

Sigue Silvia diciendo que nos damos cuenta de que hay muchas cosas, tanto en nuestra vida particular, como en un contexto más amplio, que nos cuestan de comprender, pero ¿qué es lo que nos impide comprender? ¿qué sucede? Si todo comportamiento humano tiene un sentido, una razón de ser a la luz de la filosofía personal de cada uno, ¿qué es lo que no nos permite comprenderlo?

Tal vez, ¿es que nos neguemos a ello? ¿Acaso creemos que, si comprendemos al otro, hay algo de nosotros mismos que está en juego? ¿Puedo dejar de lado, por un momento, mi propio sistema de creencias y ver el del otro? ¿Puedo salir de mí mismo, y mirar al otro en profundidad, sin juzgarlo, desde mi silencio?

Hay conductas que son injustificables a la luz de la moral ¿es esta razón suficiente para no comprenderlas?

Un psicópata comete un crimen. Un comentario habitual ante este hecho: «Es un monstruo y merece lo peor». ¿Podemos discernir entre comprender y justificar? Que un comportamiento sea comprensible no equivale a que sea justificable, es decir, moralmente aceptable ni implica negar la responsabilidad de cada cual por sus acciones. No hay que confundir la valoración objetiva que nos merece una conducta y la función subjetiva de la misma para quien la lleva a cabo. ¿Podemos no confundir ambas dimensiones?

Y, un reto mayor, ¿se puede reconocer y comprender que incluso una conducta errada persigue un bien?

Tras un diálogo fluido y de gran profundidad se recogieron varias ideas que nos ayudaron a todos a dilucidar qué condiciones nos impiden, muchas veces, comprender al otro e incluso a nosotros mismos.

Una de las participantes apuntó que un impedimento claro de la comprensión es la actitud de aferrarse a nuestro propio punto de vista, que no es más que una interpretación mediada por nuestras creencias y opiniones. Esta obstinación no nos permite ahondar más allá de ellas. Ser consciente de que nuestra mirada es parcial nos permite no identificarnos con nuestro sistema de creencias y sabernos más allá de ellas.

Siguiendo este hilo, se aportó que el uso de la razón al servicio de una ideología, de un excesivo intelectualismo, nos impide entrar en contacto con nuestra dimensión experiencial. Otro participante lo resumió así: ”solamente si salgo de este intelectualismo puedo alcanzar la comprensión del otro y tener una experiencia completa.”

En un momento del diálogo surgió una duda, muy genuina, por otro lado, ¿Cómo podemos comprender que una conducta destructiva y perjudicial pueda estar originada y guiada por la búsqueda de un bien? Recordamos lo que Sócrates decía “todas las acciones incluso las más dañinas y aparentemente absurdas, persiguen un bien. Nadie quiere un mal a sabiendas”. Todos buscamos el bien para nosotros, aunque lo hagamos a través de estrategias erradas.

Esta reflexión nos llevó a la distinción entre justificar y comprender. Se concluyó que podemos comprender lo que lleva al otro a realizar determinados actos, pero de ningún modo significa que eso sea una justificación, es decir, comprender una acción, no exime de la responsabilidad de los actos. Por otro lado, tampoco nos exime de tomar las decisiones que nos protejan y nos convengan ante el acto cometido contra nosotros. Comprender tampoco nos impide actuar.

A modo de conclusión se dijo que sin autoconocimiento no hay posibilidad de comprensión ya que el autoconocimiento nos ayuda a tener una visión de la realidad y de nosotros mismos más completa. Nos permite comprender las limitaciones del ser humano del mismo modo que nos hemos comprendido a nosotros mismos.    

Filósofos Asesores

Juntos hemos creado una comunidad de profesionales porque entendemos la filosofía como una forma de vida. 

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