¿Y si soltar no fuera perder, sino empezar a ser?
Reflexiones sobre el diálogo filosófico del 27 de mayo de 2025
Sobre la actitud de "soltar"
"El genuino desapego no equivale a no desear, sino a desear soltando lo deseado. Equivale a vivir con una pasión desapegada."
— Mónica Cavallé, El coraje de ser
Soltar: más que dejar ir
¿En qué consiste realmente "soltar"?
Como diría Luis García Montero, aunque tú no lo sepas, todos sabemos más de lo que creemos.
Sócrates no hablaba en vano: en nosotros ya está, en esencia, todo lo que necesitamos saber para poder vivir. Solo que está adormecido, esperando a despertar.
Y la filosofía, cuando es viva, tiene esa función: acompañar la lucidez que ya habita en nosotros. En este diálogo, esa claridad interior se manifestó en forma de una inquietud común: el acto de soltar.
Curiosamente, el moderador había propuesto abrir el encuentro con una pregunta sobre la muerte entendida como parte de la vida. Sin embargo, en lugar de seguir ese hilo, el grupo eligió otro tema.
O al menos eso parecía. Porque de forma natural, lo que se acabó desplegando fue justamente eso: la vida con la muerte como fondo. Es decir, el "soltar".
Un espacio vivo, no una charla
El encuentro reunió a 22 personas de las 35 inscritas. No era lo importante. Lo importante fue la disposición: crear un ágora real, donde pensar juntos.
Sin grabaciones, sin ponencias, sin jerarquías. Solo la posibilidad de estar, escuchar y hablar desde la experiencia.
En último término, se trata de pasar un buen rato filosofando juntos. A esto venimos y no a hablar de filosofía, sino a filosofar, como recomendaba Immanuel Kant.
El moderador propuso un ejercicio inicial: «Trae a la memoria un cambio importante en tu vida y trata de ser muy consciente: en esos momentos, ¿qué acabó o murió?, ¿qué empezó o nació?».
La pregunta tocaba un punto central. Nos invita a dejar de ver la muerte solo como final, para empezar a verla como parte del proceso vital.
Como algo que también ocurre a lo largo de la vida. Porque soltar no es otra cosa que morir un poco para vivir distinto.
Y no solo en el plano simbólico: lo sabemos también desde la biología, donde nuestras células se renuevan constantemente.
Así, en el diálogo Fedón de Platón se dice: “Cuantos se dedican a la filosofía, en el recto sentido de la palabra, no practican otra cosa que el morir y el estar muertos”.
Michel de Montaigne, citando a Cicerón, señala que “filosofar no es otra cosa que prepararse para morir”.
Por su parte, el sabio sufi Ibn Arabi aconsejaba a sus discípulos: “Morid antes de morir”.
¿Y si aprender a morir nos ayudara a vivir mejor? ¿Y si el morir y el vivir suceden en cada instante, momento a momento?
Si miramos con atención cualquier proceso natural, nos resultará difícil desligar la muerte de la vida: la flor muere y el fruto nace, así como una idea sustituye a otra idea, una emoción a otra emoción, una experiencia a otra experiencia...
Así pues, tomemos conciencia de ello. Hacia esto mismo se orientaba el ejercicio filosófico propuesto.
El tema del día: soltar
¿En qué consiste soltar?
¿Cuándo es el mejor momento para soltar? ¿Existe tal?
¿Cuáles son los obstáculos que nos impiden hacerlo?
El grupo arrancó con una intuición clara: mejor soltar lo que oprime que vivir atrapados.
Pero esa frase necesitaba ser afinada. Porque no todo lo que soltamos es un peso, y no todo lo que duele debe dejarse. Aquí es donde el ejercicio filosófico comenzó a hacer su trabajo.
Sólo dio tiempo, para no alargar más de la cuenta el encuentro, a tratar la primera pregunta. Te dejamos a ti, estimado lector o lector (si tú quieres) la labor de filosofar sobre las dos restantes.
Una pista posible para cada de las cuestiones: quizás, siempre sea un buen momento para empezar a soltar; quizás sea el mayor obstáculo para soltar nuestros lastres vitales (ese “espíritu del camello”, que diría Nietzsche) nuestra propia resistencia a soltarlos.
"Soltar es quitar peso", se dijo.
Pero ¿qué tipo de peso? Sueños, expectativas, costumbres, deseos, miedos, roles que ya no nos sirven. También apegos. De los agradables y de los dolorosos. Soltar, entonces, es empezar a dejar de identificarnos con todo eso.
Una frase que resonó especialmente fue la que dijo una de las personas asistentes: "Y si lo que ocurre es que me sueltan a mí?".
Como ves, querido lector o lectora, a la vez que el grupo pulía poco a poco su comprensión, iba deshaciendo confusiones o malentendidos.
Otro participante dijo: «Pero, sostener un compromiso es necesario para vivir. ¡Con “soltar” parece que queréis defender la supresión de lo que nos hace humanos!».
Sin embargo, no se estaba diciendo que debíamos desprendernos de nuestros compromisos con la vida, con el mundo, con los demás; sino de revisar cómo nos vinculamos a él.
La actitud de “soltar” no se refiere a lo que suelto, sino a cómo lo sostengo, si me pierdo yo mismo en dicho trato con las cosas…
Identidad vs. identificación
Aquí surgieron dos conceptos clave: identidad e identificación.
Cuando me identifico con algo —una idea, un rol, una relación, un objetivo—, dejo de verme con claridad.
Lo que me define queda oculto tras lo que creo ser. Y cuando eso con lo que me identifico se tambalea, me tambaleo yo también.
Si yo soy mi equipo de fútbol, yo soy mi idea o yo soy mi deseo (no que los tengo, sino que los soy), si éstos me fallan... ¿qué pasará conmigo?, ¿no creeré estar en riesgo yo, y entonces, podré ser arrastrado hacia el fracaso, la tensión, la angustia o la depresión, en el grado que sea? Yo no soy esta identificación.
Aprender a soltar, entonces, es aprender a desidentificarse. A dejar de creer que soy mis ideas, mis logros, mis heridas o mis deseos. Y empezar a vivir desde un lugar más esencial.
Yo puedo llegar a ser o hacer muchas cosas, pero lo que soy no se reduce a lo que he dicho, he hecho o he pensado en un momento dado.
Yo soy todas mis posibilidades y no sólo algunas, las que he realizado, o bien, las que desearía realizar.
Vivir soltando
El grupo cerró el encuentro con una comprensión compartida: soltar no es tanto un acto puntual como una actitud. Una forma de estar en el mundo.
Soltar es aprender a decir "hola" a lo que llega y, cuando sea necesario, "adiós" a lo que se va, sin aferrarse. Como hacen nuestras células. Como hace la vida misma.
Y quizá, en ese ejercicio continuo de dejar ir lo que no somos, estemos también entrenándonos para ser un poco más quienes somos.